Cuerpos a la vista
Autor: Octavio Paz

Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron
un cuerpo:
Tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disiplina de sus dientes
caníbales, prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado y tus ojos
de azúcar quemada,
sitios en donde en tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la luna que asciende a tu garganta
entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
playa sin fin de tu costado.

Tus ojos son los onos fijos del tigre
y un minuto después son los ojos húmedos
del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como la espalda del río a la luz del incendio.
Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura
de arcilla
y en tus costas, inmensas como los arenales
de la luna,
el viento sopla por mi boca y su largo quejido
cubre con sus dos alas grises
la noche de los cuerpos,
como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del
cristal del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
hahía donde el mar de noche se aquieta, negro
caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo
invisible
(allí espera la carne su resurrección y el día de
la vida perdurable).

Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.

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Last revised: Enero 24, 2010.
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